Doña Clotilde




Sí, Doña Clotilde, es cierto. El mundo está convulsionado. Pero, también, cómo contarle, Doña Clotilde, el mundo, cuando yo era chiquito y usted ya vieja -si es que, como creía cuando yo era chiquito, usted siempre fue vieja- era distinto. Los países remotos -con el tiempo sabría que pertenecían al bloque soviético- eran salvados por MacGyver o Brigada A; la vecindad del Chavo del 8 era el mundo entero.
Las noticias sobre el mundo, sobre el globo, viajaban con la lentitud de los 80 días de Julio Verne, China era un lugar prohibido, África un continente dolido. Las cosas no han cambiado mucho. China sigue siendo un lugar prohibido, pero reino global del libre mercado, paradojas, aún gobierna el partido comunista y tampoco ahora hay elecciones, África sigue dolido y las guerras imperiales ahora tienen rostros -sospechosos- de ritos musulmanes, el mundo es algo más chico, todavía dan los capítulos de El Chavo (los mismos, de hecho, creo que la mayoría de los chicos de Paraná no saben que usted, Doña Clotilde, ha muerto). El mundo socialista se cayó. Resucitaron las etnias, las religiones, o sea, las guerras civiles y los genocidios, el iluminismo, las promesas de la modernidad, ahora, se han vuelto utopías. Pero también ha avanzado el lugar de la mujer, también se come, se alimenta, cada vez más gente y cada vez más gente consume y vive más, aunque las desigualdades sociales crecen, Doña Clotilde, también se ha secularizado la vida cultural, se han debilitado las causas ideológicas de los genocidios -no los genocidios, ay, si supieras quién es el Premio Nobel de la Paz, te reirías- y tenemos muchísima, pero muchísima información. Entonces, todo lo que ocurre, es narrado, contado, por grandes multimedios (un poco como era antes, pero han cambiado un poco las tecnologías) al instante. Hay algo que los economistas llaman "financiarización de la economía" y provoca desbarajustes y crisis cíclicas en el capitalismo. Como siempre. Pero no hay, hoy, ningún cuestionamiento serio al capitalismo. Cosas que pasan, Doña Clotilde. Ahora cada crisis augura el fin del mundo. Hay cierto oscurantismo, reflejo de esa secularización, que se traslada al catatrosfismo financiero. Crisis, crisis, crisis. Una gran crisis. Ganas de crisis. Un mundo enloquecido. Como siempre, Doña Clotilde. Pero ahora sabemos más. Aunque desconfiamos menos. De las fuentes de información.
Usted se reiría, Doña Clotilde, si viera este panorama seco y distanciado que le cuento. Acá, uno pasa por boludo si no pone rasgos graves al hablar de lo terrible que está el mundo hoy. El mundo está terrible, Doña Clotilde, como siempre, pero ahora sabemos más. O creemos que sabemos.





El realismo periférico vuelve, Doña Clotilde, con prestigio, porque tiene formato progresista. El realismo periférico, Doña Clotilde, estuvo muy de moda en los años 90. Decía "el relato" del realismo periférico, Doña Clotilde, una cosa así: se ha caído el bloque soviético (se cayó, además, Doña Clotilde, aunque usted no haya alcanzado a verlo, el Muro de Berlín. Sí, es una buena noticia, que demanda nuevos problemas. No, Doña Clotilde, no hay guerra entre las dos Alemanias: se unifican, quizás despacio -en relación a las expectativas- pero rápido, medido en tiempos largos. Por lo demás, las naciones de la ex URSS se subdividen candorosamente y las Coreas, reliquias de combinaciones temporales en el caleidoscopio de la modernidad, siguen divididas y al muy funcional para ambas pie del cañón) y China se hizo capitalista, el nuevo monstruo ya no es el comunismo sino el islam -asociado sin mediaciones al terrorismo, aunque es occidente, Doña Clotilde, quien más fomenta el terrorismo- y entonces, lo que queda, es el fin de las ideologías y el mundo unipolar. ¿Qué deben hacer los países del tercer mundo -llamados ahora emergentes, porque no queda, Doña Clotilde, ya segundo mundo- en el marco globalizador unipolar? Pues deben, como Don Ramón ante Doña Florinda (esa zorra), agachar la cabeza.
Ese realismo periférico pervive, básicamente, como el folclore según Borges: de tanto pasarlo en las radios. Insisten los grandes medios, un poco por esnobismo de clase, otro poco por intereses financieros cruzados, otro poco, bastante más, por reflejos menemistas. Se aproxima la consolidación de un cambio de clima que hará, acá en la argentina, que pueda evaluarse, con mayor rigurosidad, al menemismo. Doña Clotilde: el Grupo Clarín y el Grupo Hadad y Moneta y otros empresarios K, pueden, de pronto, acercarse a cierto revisionismo histórico, propio de la edad y la nostalgia: con Menem, dirán, no estábamos tan mal.
Claro que se trata de la consolidación de este neodesarrollismo, y de quienes queden afuera, en la lucha política, de los favores del estado. Lo que parirá, por antagonismo, una visión más benevolente con Menem. Porque con De La Rúa, ya nadie se le anima. Ni a reivindicarlo. Y mire que hizo favores a las distintas facciones del capital dominante, eh.
El realismo periférico de las radios es reemplazado por el consensuado popularmente criterio del gobierno: otra mirada en y sobre "el mundo", ese gran género literario, del que se ha apropiado el cine. Y cuando decimos El Cine, decimos, claro, Estados Unidos. El resto son versiones del cine de Estados Unidos. El problema es que "el mundo" ofrece un menú acotado a otro realismo periférico, que se queda, apenas, en el prólogo: Bircs, Doña Clotilde. Es de difícil pronunciación, y escrito lleva un Por Sus Siglas En Inglés que le da al escriba un cierto aire de viajado, de sabiondo, de galera.
¿Llevará la crisis internacional a moderar el entusiasmo Bircsmano? Quién sabe. Por lo pronto, la brasilinguería, tan en boga en las estudiantinas universitarias, generará, presumiblemente, sospechas. Es que ahora hasta la presentadora del clima dice que en Brasil hay sol mientras acá llueve a lo loco. La brasilinguería es la exageración de una tilinguería en decadencia: supo ser Francia, hasta no hace mucho, el faro que ilumine nuestro acceso al sabido, al mundo mundial, al cosmos de los buenos, oh, la vieja y perfumada Francia. Traía, el Lemon Diplomachic, un suplemento, sobre Francia y Argentina, desde distintas miradas disciplinarias, todas exageradas y pueriles, pero qué bien se sentía uno!
Ahora, la brasilinguería....bue, nos estamos emberretizando un poco, Doña Clotilde. El realismo periférico sobrevive, como las marchas de grandes proezas militares (inventadas, para inventar nuestro país), en las radios y las fechas patrias, y se le opone una periferia resignada, es lo que hay. Tampoco podemos hacer mucho.
Pero, Doña Clotilde, usted que ha viajado a través de la pantalla del televisor, por tantos mundos, tantos niños, usted que sabe: ¿no es acaso Guillermo Polémico Moreno, un tipo sensato a la hora de calibrar las relaciones de fuerza correctas, más allá del sensiblerío que rebuzna en las radios, sea añorando el realismo periférico, sea alabando el brasilinguerío? Me parece que sí. Y Timerman, Doña Clotilde, tiene una visión más precisa sobre los pesos y contrapesos de las distintas miradas que conviven sobre la política exterior, al interior del kirchnerismo, el único lugar válido para discutir seriamente. El resto mira en la tribuna, chilla o escribe cartitas de amor a las embajadas. Una miserable cohorte de pelotudos que no la ven ni pasar pero hablan de que estamos, Doña Clotilde, "aislados del mundo".
Como si acá no se siguiera viendo El Chavo del 8.
Con la misma nostalgia por el mundo que fue, que fuimos, cuando estuvimos, tan en contra. Con la revolución a la vuelta de la esquina. Diciendo un montón de imbecilidades sobre "el mundo". Y ahora, Doña Clotilde, agarrándonos con los jóvenes, que no entienden nada, como sí entendimos nosotros, la juventud maravillosa. Good Bye, Firmenich. 




El realismo periférico vuelve, Doña Clotilde, con prestigio, porque tiene formato progresista. El realismo periférico, Doña Clotilde, estuvo muy de moda en los años 90. Decía "el relato" del realismo periférico, Doña Clotilde, una cosa así: se ha caído el bloque soviético (se cayó, además, Doña Clotilde, aunque usted no haya alcanzado a verlo, el Muro de Berlín. Sí, es una buena noticia, que demanda nuevos problemas. No, Doña Clotilde, no hay guerra entre las dos Alemanias: se unifican, quizás despacio -en relación a las expectativas- pero rápido, medido en tiempos largos. Por lo demás, las naciones de la ex URSS se subdividen candorosamente y las Coreas, reliquias de combinaciones temporales en el caleidoscopio de la modernidad, siguen divididas y al muy funcional para ambas pie del cañón) y China se hizo capitalista, el nuevo monstruo ya no es el comunismo sino el islam -asociado sin mediaciones al terrorismo, aunque es occidente, Doña Clotilde, quien más fomenta el terrorismo- y entonces, lo que queda, es el fin de las ideologías y el mundo unipolar. ¿Qué deben hacer los países del tercer mundo -llamados ahora emergentes, porque no queda, Doña Clotilde, ya segundo mundo- en el marco globalizador unipolar? Pues deben, como Don Ramón ante Doña Florinda (esa zorra), agachar la cabeza.
Ese realismo periférico pervive, básicamente, como el folclore según Borges: de tanto pasarlo en las radios. Insisten los grandes medios, un poco por esnobismo de clase, otro poco por intereses financieros cruzados, otro poco, bastante más, por reflejos menemistas. Se aproxima la consolidación de un cambio de clima que hará, acá en la argentina, que pueda evaluarse, con mayor rigurosidad, al menemismo. Doña Clotilde: el Grupo Clarín y el Grupo Hadad y Moneta y otros empresarios K, pueden, de pronto, acercarse a cierto revisionismo histórico, propio de la edad y la nostalgia: con Menem, dirán, no estábamos tan mal.
Claro que se trata de la consolidación de este neodesarrollismo, y de quienes queden afuera, en la lucha política, de los favores del estado. Lo que parirá, por antagonismo, una visión más benevolente con Menem. Porque con De La Rúa, ya nadie se le anima. Ni a reivindicarlo. Y mire que hizo favores a las distintas facciones del capital dominante, eh.
El realismo periférico de las radios es reemplazado por el consensuado popularmente criterio del gobierno: otra mirada en y sobre "el mundo", ese gran género literario, del que se ha apropiado el cine. Y cuando decimos El Cine, decimos, claro, Estados Unidos. El resto son versiones del cine de Estados Unidos. El problema es que "el mundo" ofrece un menú acotado a otro realismo periférico, que se queda, apenas, en el prólogo: Bircs, Doña Clotilde. Es de difícil pronunciación, y escrito lleva un Por Sus Siglas En Inglés que le da al escriba un cierto aire de viajado, de sabiondo, de galera.
¿Llevará la crisis internacional a moderar el entusiasmo Bircsmano? Quién sabe. Por lo pronto, la brasilinguería, tan en boga en las estudiantinas universitarias, generará, presumiblemente, sospechas. Es que ahora hasta la presentadora del clima dice que en Brasil hay sol mientras acá llueve a lo loco. La brasilinguería es la exageración de una tilinguería en decadencia: supo ser Francia, hasta no hace mucho, el faro que ilumine nuestro acceso al sabido, al mundo mundial, al cosmos de los buenos, oh, la vieja y perfumada Francia. Traía, el Lemon Diplomachic, un suplemento, sobre Francia y Argentina, desde distintas miradas disciplinarias, todas exageradas y pueriles, pero qué bien se sentía uno!
Ahora, la brasilinguería....bue, nos estamos emberretizando un poco, Doña Clotilde. El realismo periférico sobrevive, como las marchas de grandes proezas militares (inventadas, para inventar nuestro país), en las radios y las fechas patrias, y se le opone una periferia resignada, es lo que hay. Tampoco podemos hacer mucho.
Pero, Doña Clotilde, usted que ha viajado a través de la pantalla del televisor, por tantos mundos, tantos niños, usted que sabe: ¿no es acaso Guillermo Polémico Moreno, un tipo sensato a la hora de calibrar las relaciones de fuerza correctas, más allá del sensiblerío que rebuzna en las radios, sea añorando el realismo periférico, sea alabando el brasilinguerío? Me parece que sí. Y Timerman, Doña Clotilde, tiene una visión más precisa sobre los pesos y contrapesos de las distintas miradas que conviven sobre la política exterior, al interior del kirchnerismo, el único lugar válido para discutir seriamente. El resto mira en la tribuna, chilla o escribe cartitas de amor a las embajadas. Una miserable cohorte de pelotudos que no la ven ni pasar pero hablan de que estamos, Doña Clotilde, "aislados del mundo".
Como si acá no se siguiera viendo El Chavo del 8.
Con la misma nostalgia por el mundo que fue, que fuimos, cuando estuvimos, tan en contra. Con la revolución a la vuelta de la esquina. Diciendo un montón de imbecilidades sobre "el mundo". Y ahora, Doña Clotilde, agarrándonos con los jóvenes, que no entienden nada, como sí entendimos nosotros, la juventud maravillosa. Good Bye, Firmenich. 



Según Wikipedia -que es como el Billiken del mundo mundial- la Unión Europea (UE, por sus siglas en inglés) nace de la cándida fusión originaria del "Grupo de los 6" que integraban  Francia,Alemania OccidentalItaliaBélgicaLuxemburgo y los Países Bajos
En esa reunión de los 6, por la cerradura, se coló Peter Pan y voló un rato alrededor de los ventanales. Fue a las 4 de la tarde, Doña Clotilde.
Estaban tomando chocolate caliente, en un rincón, los tres chanchitos, ¿se acuerda de los 3 chanchitos? mirando a Peter Pan cantarle canciones de Edith Piaf a John Silver El Largo otro escocés, como Peter Pan. Y tan real, como Peter Pan. Y tan europeo, como Torrente. Que es, como se sabe, un yanqui, pero berreta.
Edith Piaf tiene puntos en común con Carla Bruni. Pero mejor no meterse en quilombos.
La cándida fusión que dio origen a la UE fue la fusión de la "comunidad del acero y el carbón" en la posguerra.
Contada así, corazones, la historia suena tan real como John Silver El Largo, personaje siniestro. Que, siendo yo un niño -más o menos igual de alto que ahora- estremecía. Me costó internalizar que era solamente un personaje literario. De La Isla del Tesoro. Personaje recurrente en la literatura europea, tan conquistadora y seductora: la isla. La posibilidad de una isla. La Escuela de Robinsones. 10 negritos. La isla es el misterio, porque el mundo es un cuadrado sostenido por cuatro grandes tortugas. Como Manuelita, que se fue a París. A rejuvenecer.
Luego de masacrarse durante siglos, Europa mundializó su masacre ya llamándolas "guerras mundiales". Hay una 1, un entretiempo, y luego volvieron a las masacres, los genocidios, las limpiezas étnicas, los asesinatos, matanzas, despariciones, violaciones, en fin, costumbres, refinadas, sofisticas, muy europeas. Francia, el ganador, operó luego de la guerra como desembarco de Normandía del imperialismo yanqui, y disciplinó a la devastada Italia (que era mala) y Alemania (que también era mala) para que no avancen los rusos soviéticos (que eran buenos durante la guerra y luego pasaron a ser malos). El miedo al comunismo. Había que poner un muro. Y sobre todo, garantizarse 3 cosas: 1) que no avance el sucio trapo rojo en primer lugar 2) que la economía europea dependa, económicamente (o sea, militarmente) de EEUU y 3) que vía Europa los yanquis reemplacen a Inglaterra en la ayudita de descolonizar los territorios masacrados por los bellos europeos en el resto del mundo.
El  reparto del mundo, señora.
Que hubo un poco de sangre asiática y africana en esa joda, es cierto. Pero no lo comente. Peter Pan es muy sensible.
La "comunidad del acero y el carbón", donde quedaron afuera los países anglosajones (el nuevo eje criminal pos guerra fría es patria potestad del estado teocrático yanqui) significaba controlar la base industrial de la guerra. El acero y el carbón. Hoy, Peter Pan crearía comunidades del Corán, es decir, del enriquecimiento de Uranio. O crearía, señora, pará, no, no da para decirlo. O sí. No sé. crearía el mercosur La dictadura del proletariado que aplica China (pasa que los proletarios faltaron ala cita y aunque se quejen, se aplica para ellos, es una dictadura para el proletariado, sin el proletariado, y a menudo contra el proletariado, pero bueno, es lo que hay) también sería bendecida por Peter Pan.
Pero Peter Pan, y no lloren niños, es un personaje de fantasía. Que tenía una película. Muy tierna. Que daban en el cine. Yo la fui a ver, es de mis pocos recuerdos de los cinco años. Además de ver morir a mi abuelo. Y yo pensaba que Peter Pan podía salvarlo. Me falló, Peter Pan. No lo salvó. Por eso Peter Pan me recuerda a la muerte. Porque además, hay un nexo, entre la muerte y la infancia. Y los recuerdos de la infancia. Porque la infancia en sí misma, es el breve período donde nos creemos inmortales.





Ay, Doña Clotilde, no me lagrimee al recordar su infancia. Música de fondo. Edith Piaf. Guerra, Doña Clotilde, es la clave. Controlaban, así, la guerra. La unidad de Francia y Alemania es da a partir de la derrota militar. No tiene retroceso histórico. Luxemburgo y los Países Bajos no jugaban a nada. Decoraban. Tipo Canadá en la invasión a Irak. O España en la de Afganistán. Que apenas si aportan una docena de experimentados torturadores, pero, Doña Clotilde, ya conoce usted la arrogancia yanqui. Nunca dejan torturar a otro que no sea de su Patria. Tan cristina.
Y así se crea el Euro. Y se industrializa Alemania. Y cae el Muro, para tristeza de Peter Pan. Que a esa altura ya trabajaba abiertamente para la guerra fría, esto es, el reparto proporcional de la guerra en el tercer mundo. Se acaban las ideologías. Y la historia. Esa trasto viejo. De vez en cuando reaparecía, chamuscado, para romper las bolas. Pero con sermones en vez de trapos rojos. El mounstruo, kafkiano (del tan Checo Kafka y el universal weberiano Señor Samsa) hoy tiene, Doña Clotilde, turbante. Y un fusil automático Browning. O AK-47. Acrónimo de Avtomat Kalashnikova.
El fin de la historia fue un arma cargada de futuro. Y de balas.



El fin de la historia, sin pena ni gloria, murió hace algunos meses siendo ejecutivo noruego, o sueco, mientras organizaba las guerrillas étnicas en Nigeria. O bajo torturas en algún lugar de Turquía. Aunque quizás, los servicios secretos rusos o mataron en un bar de París. O en un hotel del Líbano bajo un interrogatorio israelí. Con un avión teledirigido en Somalía. Omientras traficaba niñas y merca en Colombia, con pasaporte Belga.
Fueron, los Belgas, también, un decorado para la "comunidad del acero y el carbón" pero tenían su badage histórico, el saber sobre colonias y torturas.
Italia seguía a a los tiros.
El capital industrial, porque está en la naturaleza del capitalismo, devino capital financiero. La historia del Euro debe ser contada urgente. Antes de que termine. La historia del euro no puede ser contada sin contar la historia de la guerra. Porque la poesía es un arma cargada de futuro. Pero el euro es un arma cargada a futuro. Doña Clotilde, voy a serle clara: sí, puede haber una guerra. Europa siempre resolvió sus problemas estatales a través de la guerra. No se engañe, señora. No fueron sólo las élites y la oligarquía. Tanto como, nuestra independencia, no fue sólo fruto de maquinaciones. La historia, también la hacen los pueblos y la gente de a pie. Aún la parte aciaga, incomprensible y aberrante para la condición humana. Y de esto, Doña Clotilde, Europa sabe. Cuéntemelo usted, que sus abuelos judíos llegaron de un progrom ruso. Alemanes del Volga. Ya sé, no confundo, pasa que en su pueblo entrerriano  hay muchos alemanes del volga. Pero tengo claro, Doña Clotilde, que usted es Sefardí. Y conozco la diferencia.
Como un pulso que golpea las tinieblas, los pueblos, la gente a pie, también hace la historia. Incluso, las verdades, las bárbaras, terribles, amorosas crueldades. Yo siempre acentúo el rol de las élites, por mi vieja formación (tosca) marxista. Alto. El pobre Marx no tiene nada que ver con el marxismo. Sería como culpar a Jesucristo por las violaciones pedófilas del sacerdote católico Julio Grassi.
Probablemente esté exagerando la posibilidad de una isla, la posibilidad de una guerra en la propia Europa. Pero....
¿Vio la película Z? Muy griega, Doña Clotilde, recomendable a la luz de los sucesos.
Bajemos un cambio, Carla Bruni:

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