viernes, agosto 08, 2014

¿En qué quedó la ley de medios?

Por Martín A. Becerra

Universidad Nacional de Quilmes - Conicet

@aracalacana

http://martinbecerra.wordpress.com/

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Nota de LC: esta es la primera de las tres notas que el amigo Martín, el principal experto académico en medios de comunicación en la Argentina, accedió a escribir para R.U.S; las partes restantes serán publicadas en los próximos días. Para que el material, seguramente utilizado por docentes y alumnos de carreras afines, esté siempre disponible, hemos creado una página específica, que al desplegar, en la barra de arriba el menú denominado "pages" aparecerá como Martín Becerra.

PRIMERA PARTE


Ciudadanía inconclusa: los medios comunitarios y alternativos frente a la política de medios



Por Martín Becerra (profesor de la Universidad Nacional de Quilmes y de la UBA, Investigador del Conicet. Su blog es Quipu, http://martinbecerra.wordpress.com/ y en Twitter es @aracalacana)


Esta es una serie de tres artículos relativos a la estructuración del sistema de medios en la Argentina a casi cinco años de la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y en un contexto de intenso debate social y político sobre el rol de los medios, sobre sus intereses y sobre su futuro amenazado por la creciente digitalización de los usos sociales de la comunicación y la cultura.

El primer artículo clasifica en categorías a los medios de comunicación e identifica los principales rasgos de los distintos tipos de medios en la Argentina; el segundo analiza la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual de 2009 y su proceso de implementación hasta el presente; y el tercer artículo enfoca el sector “sin fines de lucro”, en particular el caso de los medios comunitarios y alternativos. Estos medios pujan por ser reconocidos en un contexto de fuerte concentración de la propiedad del sistema de medios y de políticas gubernamentales que enuncian el carácter inclusivo de la norma audiovisual pero que no tienen lugar en su agenda para concretar la formalización del sector que estuvo históricamente postergado del acceso a licencias, obstruyendo así su plena ciudadanía comunicacional.

El objetivo de la serie de artículos es contribuir a la reflexión sobre la organización del sistema de medios en la Argentina y, en particular, del sector de medios comunitarios y alternativos. Para ello, se presenta un breve balance de la ley audiovisual y de otras políticas de comunicación desarrolladas en los últimos años a modo de contexto que permite comprender las limitaciones específicas que afectan al sector de medios comunitarios y alternativos. En otros artículos se ha analizado en detalle el resto de las categorías de medios, la convergencia tecnológica, los ejes de la ley audiovisual, su judicialización y su tortuoso proceso de implementación (ver al respecto el blog Quipu del autor, http://martinbecerra.wordpress.com/).


Primer artículo
Vasallos y mecenas: el sistema de medios argentino como mercado protocapitalista



La estructura del sistema de medios argentino dista de ser homogénea y asume formas de funcionamiento que son fronterizas entre lógicas feudales y capitalistas, a pesar de que hasta 1975 la Argentina había contado con un vigoroso mercado editorial y audiovisual más maduro en términos de relaciones productivas propias del capitalismo. Pero esa estructuración fue cambiando, degradándose, y hoy, junto con transformaciones tecnológicas que no son objeto del presente artículo pero que impactan en el sistema de medios al digitalizar su producción, circulación y consumo, está protagonizada por cuatro categorías de medios que, a grandes rasgos, responden al siguiente punteo:

  1. en primer lugar, un bolsón minoritario de empresas capitalistas consolidadas que mercantilizan sus productos y obtienen importantes ganancias con ellos. Estas empresas integran conglomerados que intervienen simultáneamente en distintas industrias de comunicación y cultura, como los casos de Canal 13 (grupo Clarín) o Telefé (grupo Telefónica) de la ciudad de Buenos Aires, cuya diversificación es amplia y dominante en muchos de los mercados en los que operan. Destacar la matriz capitalista de estas empresas no supone desconocer que una parte del proceso de consolidación de sus grupos controlantes fue posible gracias al amparo estatal a través de la asignación privilegiada de recursos, la obstrucción de la competencia, o la producción de regulaciones funcionales a la concentración oligopólica de mercados liderados por estas firmas. Incluso la emergencia de grupos como Indalo (de Cristóbal López), Szpolski o Electroingeniería puede analizarse a la luz de este amparo estatal;

  1. en segundo lugar, un grupo considerable de empresas de tamaño mediano y pequeño que aspiran a mercantilizar sus producciones pero que no llegan a sostenerse con ello y por consiguiente adoptan formas económicas que abarcan desde el vasallaje precapitalista con el que un empresario explota una licencia o edita un periódico y recibe un flujo de ingresos (generalmente publicitarios) que tiene como contraprestación el acceso privilegiado de empresas o políticos a su/s medio/s, sin que ello le impida aprovechar parcelas menores de generación de fondos propios; el mecenazgo informal que se crea a través de la dependencia de una fuente excluyente de ingresos (publicitarios o crediticios, como se evidencia en las empresas que viven básicamente de la publicidad oficial), el padrinazgo de caciques políticos (que en algunos casos es formal y en otros se ejecuta a través de testaferros), hasta el expandido alquiler y subalquiler de espacios de emisoras y periódicos que pondera el carácter privado de la propiedad del medio por encima del control editorial que, muchas veces, resulta tercerizado en productoras de distinto calibre. Este arrendamiento de espacios es también común a las otras tres categorías e indica que el sistema de medios como conjunto alienta una forma de rentismo que añade matices y mediaciones (económicas, editoriales, profesionales) a la organización jerárquica de la producción de información y entretenimientos y a la –obviamente desigual- participación de distintos actores en dicha organización; Este aspecto, insuficientemente considerado y menos aún estudiado en las Carreras de Comunicación del país, debería habilitar una discusión sobre la noción -vaga- de "manipulación informativa"

  1. en tercer lugar, un Estado que en sus diferentes niveles (Nación, provincias, municipios y eventualmente universidades e institutos de formación terciaria y media) opera medios audiovisuales con lógicas económicas mixtas que combinan el aporte del erario público (directo o a través de concursos) con la mercantilización de productos y espacios y que, en términos de lógica de uso, suele concebir a los medios que gestiona como dispositivo gubernamental  u oficial y no como espacio público abierto a distintas perspectivas ideológicas, culturales y políticas;

  1. en cuarto lugar, por un conjunto variopinto de medios históricamente excluidos de la ciudadanía comunicacional ya que estuvieron proscriptos por ley durante décadas y en el que conviven medios comunitarios, alternativos, populares, barriales, sindicales, cooperativos, campesinos y comerciales truchos. La escala organizacional y el sostén económico de este grupo es tan heterogénea como sus objetivos y formas de producción, pero conviven el alquiler y subalquiler de espacios, la venta de publicidad, el padrinazgo de una organización política, sindical o de movimientos sociales, el aporte de agencias de cooperación nacional e internacional, el más reciente acceso a concursos del FOMECA (Fondo de Fomento Concursable para Medios de Comunicación Audiovisual) en el marco de la implementación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que, finalmente, los reconoció plenamente a nivel legal como parte del sector “sin fines de lucro”.



El recurso publicitario, que como fuente de financiamiento está presente en las cuatro categorías, se reparte de modo muy desparejo y existe una notable centralización de capitales por parte de los medios con mayores audiencias en el caso de la publicidad privada y de los medios más oficialistas en el caso de la publicidad estatal. Hay experiencias de nicho (medios dirigidos a grupos sociales específicos) que captan excepcionalmente recursos publicitarios (privados e incluso estatales) sin responder a las características mencionadas. Además, las estrategias publicitarias siguen siendo muy “analógicas” y los principales anunciantes apuestan mucho más a los medios tradicionales (televisión, radios, diarios y revistas) que a los medios digitales, aún cuando éstos concitan la atención de públicos que, en el caso de los diarios, multiplican con creces a los lectores de la versión papel del mismo periódico.  La torta publicitaria argentina es insuficiente para los medios comerciales existentes y en un escenario de ampliación de voces y multiplicación de plataformas de medios, requiere de un replanteo integral como estrategia de financiamiento.


En tanto, podría objetarse que las relaciones capitalistas del sistema de medios predominan si se repara en el tipo de trabajo asalariado de muchos de los emprendimientos del sector. Sin embargo, si se posa la mirada en el conjunto del sistema y en todo el territorio nacional, se concluirá que existen diversos tipos de organización del trabajo en los medios de comunicación argentinos y que el contrato de trabajo formal no predomina. Incluso en grandes organizaciones de comunicación hay formas de trabajo no asalariado y extensas zonas donde la precarización es la regla. La ausencia de un vínculo contractual estable es común a las cuatro categorías de medios enunciadas y abre una reflexión fundamental sobre el tipo de contraprestación no salarial -o no eminentemente salarial- que organiza una buena parte del proceso de trabajo en los medios de comunicación de la Argentina en pleno siglo XXI.

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