domingo, marzo 11, 2012

Transportes


El sistema de transporte requiere, a mi siempre humilde nunca menos criterio, una redefinición completa. Que empiece con su cuello de botella: la distribución de la riqueza y del ingreso, regresiva, que sostiene y consolida.
El mecanismo para salir de la crisis tuvo mucho que ver con palanquear el sistema de transporte heredado, básicamente, por el menemismo. El kirchnerismo entendió ésto, quizás mejor que la mayoría de las experiencias políticas contemporáneas. Pero, terminada la crisis, ese mecanismo que otrora sirvió para las ahora módicas aspiraciones de revertir la crisis, es hoy el que sostiene e impide, entre otros factores claro, una mayor igualdad social. Porque, dicho a grandes rasgos, acumula para el puerto no sólo las riquezas, sino los subsidios al capital concentrado geográficamente. Los subsidios al transporte son "salario indirecto" en una situación abstracta, en una situación concreta de estructural desigualdad geográfica al interior del capital, la desigualdad estratégica en el salario indirecto favorece al capital concentrado geográficamente, origen de muchísimos males sociales, aniquilador de culturas y estrago económico para un desarrollo armónico y regional de contacto e integración con los países hermanos. Uy, qué serio lo que dije, encima, creo que es verdad. Pero, la cosa va más allá de esa patética escena -de esas que se vienen repitiendo, para iniciados, para quienes conocen el lenguaje que se habla en los salones que se redecoran- autocelebratoria del PRO y las ranitas liberales que se autoaplauden cuando Schiavi comienza su período de disfrute de la que juntó. Hay muertos. Hay heridos. Hay una enorme falta de pensamiento denso, complejo, sensible a las realidades que viven las gente de a pie. Que, siguen viajando, en las mismas condiciones riesgosas y de mierda. Mientras disminuye el fuego en la realidad que miran los comisarios de la revolución semiótica. Que ya emprenden su próxima batallita sobre ambiguedades que las más de las veces ni siquiera comprenden del todo. Pero no son boludos, no son tostadas untadas, siempre caen bien parados. Volvamos.
El pase de los subtes y algunos colectivos a la órbita de la administración portuaria es una decisión de amplia profundidad histórica. Las condiciones de posibilidad, como cualquier hecho social de relevancia, como cualquier hecho social además, son, sin dudas, más terrestres y contemporáneas (bueno, así opera la historia, como bien saben los monaguillos del Instituto de Menemismo Histórico, calladitos, por cierto, cuando la historia con mayúsculas lo requiere. No son, tampoco, tostadas untadas: siempre caen bien parados). Por ejemplo, la combinación de sustitución de importaciones con recetas clásicas para graduar el consumo y descender, así, la inflación. Y la emergencia de una intendencia portuaria que, torpe y mafiosa como la de Macri, está sin embargo a la izquierda de quienes lo precedieron en el cargo, en especial quien más duro, Aníbal Ibarra. Lo contrafáctico permite avisorar lo posible, por eso sirve imaginar que si otro empresario como Daniel Filmus ganaba la intendencia en vez del empresario Mauricio Macri, probablemente la injusticia se hubiera continuado y más aún profundizado. Así se producen los hechos sociales, así sucedió, mis amores, siempre.
Esa decisión genera las condiciones de posibilidad, a la vez, para que otro gobierno -éste no parece dispuesto, aunque sí es en el conglomerado del "kichnerismo" donde se pueden incubar estas viejas ideas- realice una política de transporte como correlato a las mejores narrativas ideológicas del movimiento nacional y popular.
Que el traspaso de los subtes y colectivos se haga por ley oxigena, además, la coyuntura: al fin los nuevos diputados -que se iban a comer los chicos crudos- votarán la primer ley que no les resulte desagradable. Oportunidad que sirve, además, para realinear a los gobernadores en algo que los entusiasme y redireccionarlos de su lenta y persistente tarea de irse despegando del kirchnerismo, en especial Alperovich, Capitanich y Urribarri, la tríada que pretende que sea Scioli -porque tendría reelección- y no Boudou (que sólo podría estar un mandato de ser elegido presidente) quien se postule por un justicialismo ya librado de su ala juvenil y de izquierda, concretamente los sindicatos, movimientos sociales y La Cámpora.
Los quiero a todos, putitos. Chau.

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